martes, 11 de diciembre de 2012

Escucha mi encéfalo

A partir de ahora sólo espontáneamente traeré algún relato a este vlog. No puedo prometer regularidad, ya que mis estudios y mis otros proyectos absorben una parte importante de mi tiempo. Algo así refleja este mi noveno relato: 01000011 (C)


Ese coche debe tener algún problema en la suspensión. Más bien, a juzgar por la manera en la que hace temblar los muebles de la habitación, parece ser un camión. La vista no me alcanza a precisar mi hipótesis: el manto oscuro ya ha cubierto el cielo y las farolas son escasas en esta barriada. Tampoco es algo que turbe mi sueño, que me pregunto dónde se ha metido a estas horas. Ya me encuentro en horas de madrugada, la cama debería estar envolviéndome entre sus brazos de sábanas y mantas. Y sin embargo aquí me hallo, frente a una pantalla donde mis pensamientos se reflejan a golpe de tecla. A estas horas, cuando la sensación de somnolencia comienza a apoderarse de mi mente y mi encéfalo repasa todos los actos acontecidos durante el día, es cuando surgen las ideas más originales e inusitadas de mi ser. Día tras día poseído por el estrés del estudiante estándar, mis ritmos de sueño y alimento se alteran. No debe ser bueno para mi salud, cualquiera de mis compañeros estudiantes de medicina podrían asegurármelo sin siquiera la necesidad de terminar este tedioso curso que es primero.

Absorto en mis pensamientos y reflexiones, a cual más bizarra o profunda y sabia que la anterior, otro zumbido me devuelve al mundo real; tanto como mi cabeza semiadormecida lo permite. Un mensaje en código binario traducido por un aparato que porta en su cara delantera la palabra "Samsung" que ha vibrado de repente, chocándose a escala micrométrica con la madera del escritorio, ha aparecido en la pantalla iluminada de este cachivache. Se ve que he aparecido en los pensamientos de alguien de mi tierra natal. Porque actualmente se me puede considerar un alopátrida. No es que me desagrade el hecho de serlo, yo mismo deseé marchar de mi lugar de nacimiento en busca de nuevas experiencias conociendo las consecuencias de mi decisión. La adquisición de nuevos conocimientos, de nuevas experiencias, de un modus vivendi diferente al que conocía: las razones que me motivaron a acabar en este paraje alejado de mi sitio.

Y aquí me hallo. Una suave música de fondo me acompaña como banda sonora de esta vigilia. Si no me equivoco, Shoegazing es como se denomina el estilo musical del grupo que mi reproductor ha elegido como melodía de mis noches frías. Bridges to Dreams es el nombre de la banda en cuestión. Me resulta jocoso. Rememoro sobre este "papel" mis andanzas en busca de mis anhelos y cómo acabé en este extraño lugar. La ironía de la situación hace curvar ligeramente mis labios esbozando una sonrisa. Curiosos es la denominación mínima que se le podrían aplicar a estos temas musicales, aunque individuos más inmersos en el mundo de las sonoridades lo calificarían como experimental, o progresivo incluso.

El ambiente se refleja inevitablemente en los pensamientos y la conducta del individuo inmerso en él. Era de esperar que mi cabeza sea un remolino acelerado de ideas y pensamientos vagos, algunos de ellos sin sentido. A mi lado se encuentra una cama, desecha desde hace días. Los apuntes y libros parecen querer escapar de estas cuatro pareces, asomando sus esquinas por la mochila medio abierta al lado de la cama. El escritorio, centro neurálgico de gran parte de mis actividades diarias (al fin y al cabo, soy un estudiante con deberes como otro cualquiera), es otro caos hecho materia. Esparcidos se encuentran por él más y más hojas cargadas de información recopilada de las lecciones todavía por memorizar, apuntes realizados espontáneamente de temas varios sin ninguna interconexión y cantidad de objetos personales tales como una cartera, un coletero, un par de anillos o el mismo aparato que antes me mostró el mensaje de aquel de mi tierra que a estas horas se acordó de mi.

Este lugar podría resultar incluso onírico para algunas personas, pero para mí es completamente turbador: un reflejo de mi persona, o lo que es lo mismo, un caos. Desde el desorden de los objetos por la habitación, la fría cama mirándome con gesto desencajado hasta las psicodélicas armonías que mi reproductor de música sigue exhalando. Todo tiene un límite. Y mi cerebro acaba de alcanzar el suyo. Envuelto ya en mi pijama, lo único que me abraza todas las noches mientras duermo, me dispongo a entrar en modo hibernante por unas horas. Necesito un descanso y, como dicen en mi tierra, mañana será otro día. Espero que un poco más normal.

Mencey, 12/12/12

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