martes, 4 de octubre de 2011

Nº7

Dicen que el 7 es el número de la perfección, así que espero no decepcionarles con mi historia corta nº7. Aquí se la dejo; su nombre es "Coja su número, por favor"

Suena en la lejanía el reloj del ayuntamiento. Su alto número de sonoras campanadas me hace recordar que debo ir a recoger el correo. Abro la tapa del buzón y los papeles caen al suelo. Un sobre de la compañía telefónica me indica que por culpa de un número bajo en mi cuenta bancaria mi voz no será oída en la distancia. La empresa del agua corriente me comunica algo similar. Al final, una carta del banco se empeña en decir que porque en un papel esté impreso un cero en color rojo, esta casa no es mi propiedad y debo irme de aquí. De nuevo, un número limita mi libertad.


Al haber perdido mi hogar, debo irme a la calle. Deambulando por las avenidas, todo lo que veo es más de lo mismo. Etiquetas multicolor rodean cada objeto que veo al otro lado del cristal. Neones anuncian lugares donde mujeres ofrecen sus cuerpos a cambio de papeles llamados "billetes". Automóviles con megáfonos en el techo venden las esperanzas de las promesas vacías de un hombre con traje y corbata que desea estar en un pedestral por encima de nosotros, colocando su número ordinal por encima del mío. Mi estómago ruge, pero como el número de la etiqueta de un alimento es mayor que la cifra grabada en un disco de metal de mi monedero, no puedo adquirirlo. Otra vez, un número vuelve a restringirme.

Harto ya de todas esas mundanas cifras, decido retirarme a vivir a la naturaleza, dónde finalmente encuentro paz. Ahora tengo mucho tiempo para observar el mundo, y me doy cuenta de algo. A mi derecha están mis compañeros animales; no usan números y aún así viven. Sus únicos límites son su propio cuerpo y los horizontes de su mente, respetan al resto y conservan su libertad sin vivir atados por cadenas hechas de dígitos. A mi izquierda se encuentra la ciudad de los humanos. Desde aquí, más que una población de personas, parece una computadora mirada por dentro. Todo lo que veo son luces parpadeantes, humos contaminantes y ruidos industriales. Da la sensación de que cada humano sea como un chip inanimado de esa gran placa base. Incluso me he enterado de que está ganando importancia un idioma compuesto únicamente de unos y ceros, usado en los robots. Los animales no usan números. A través de mis ojos, los humanos se ven mas cercanos a máquinas que a seres vivos.

1 comentario:

  1. Creo que tiene mucha razón, la gente cada vez nos parecemos más a ordenadores y no somos lo que debemos ser.

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