A partir de ahora sólo espontáneamente traeré algún relato a este vlog. No puedo prometer regularidad, ya que mis estudios y mis otros proyectos absorben una parte importante de mi tiempo. Algo así refleja este mi noveno relato: 01000011 (C)
Ese coche debe tener
algún problema en la suspensión. Más bien, a juzgar por la manera
en la que hace temblar los muebles de la habitación, parece ser un
camión. La vista no me alcanza a precisar mi hipótesis: el manto
oscuro ya ha cubierto el cielo y las farolas son escasas en esta
barriada. Tampoco es algo que turbe mi sueño, que me pregunto dónde
se ha metido a estas horas. Ya me encuentro en horas de madrugada, la
cama debería estar envolviéndome entre sus brazos de sábanas y
mantas. Y sin embargo aquí me hallo, frente a una pantalla donde mis
pensamientos se reflejan a golpe de tecla. A estas horas, cuando la
sensación de somnolencia comienza a apoderarse de mi mente y mi
encéfalo repasa todos los actos acontecidos durante el día, es
cuando surgen las ideas más originales e inusitadas de mi ser. Día
tras día poseído por el estrés del estudiante estándar, mis
ritmos de sueño y alimento se alteran. No debe ser bueno para mi
salud, cualquiera de mis compañeros estudiantes de medicina podrían
asegurármelo sin siquiera la necesidad de terminar este tedioso
curso que es primero.
Absorto en mis
pensamientos y reflexiones, a cual más bizarra o profunda y sabia
que la anterior, otro zumbido me devuelve al mundo real; tanto como
mi cabeza semiadormecida lo permite. Un mensaje en código binario
traducido por un aparato que porta en su cara delantera la palabra
"Samsung" que ha vibrado de repente, chocándose a escala
micrométrica con la madera del escritorio, ha aparecido en la
pantalla iluminada de este cachivache. Se ve que he aparecido en los
pensamientos de alguien de mi tierra natal. Porque actualmente se me
puede considerar un alopátrida. No es que me desagrade el hecho de
serlo, yo mismo deseé marchar de mi lugar de nacimiento en busca de
nuevas experiencias conociendo las consecuencias de mi decisión. La
adquisición de nuevos conocimientos, de nuevas experiencias, de un
modus vivendi diferente al que conocía: las razones que me motivaron
a acabar en este paraje alejado de mi sitio.
Y aquí me hallo. Una
suave música de fondo me acompaña como banda sonora de esta
vigilia. Si no me equivoco, Shoegazing
es como se denomina el estilo musical del grupo que mi reproductor ha
elegido como melodía de mis noches frías. Bridges to
Dreams es el nombre de la banda
en cuestión. Me resulta jocoso. Rememoro sobre este "papel"
mis andanzas en busca de mis anhelos y cómo acabé en este extraño
lugar. La ironía de la situación hace curvar ligeramente mis labios
esbozando una sonrisa. Curiosos es la denominación mínima que se le
podrían aplicar a estos temas musicales, aunque individuos más
inmersos en el mundo de las sonoridades lo calificarían como
experimental, o progresivo incluso.
El
ambiente se refleja inevitablemente en los pensamientos y la conducta
del individuo inmerso en él. Era de esperar que mi cabeza sea un
remolino acelerado de ideas y pensamientos vagos, algunos de ellos
sin sentido. A mi lado se encuentra una cama, desecha desde hace
días. Los apuntes y libros parecen querer escapar de estas cuatro
pareces, asomando sus esquinas por la mochila medio abierta al lado
de la cama. El escritorio, centro neurálgico de gran parte de mis
actividades diarias (al fin y al cabo, soy un estudiante con deberes
como otro cualquiera), es otro caos hecho materia. Esparcidos se
encuentran por él más y más hojas cargadas de información
recopilada de las lecciones todavía por memorizar, apuntes
realizados espontáneamente de temas varios sin ninguna interconexión
y cantidad de objetos personales tales como una cartera, un coletero,
un par de anillos o el mismo aparato que antes me mostró el mensaje
de aquel de mi tierra que a estas horas se acordó de mi.
Este
lugar podría resultar incluso onírico para algunas personas, pero
para mí es completamente turbador: un reflejo de mi persona, o lo
que es lo mismo, un caos. Desde el desorden de los objetos por la
habitación, la fría cama mirándome con gesto desencajado hasta las
psicodélicas armonías que mi reproductor de música sigue
exhalando. Todo tiene un límite. Y mi cerebro acaba de alcanzar el
suyo. Envuelto ya en mi pijama, lo único que me abraza todas las
noches mientras duermo, me dispongo a entrar en modo hibernante por
unas horas. Necesito un descanso y, como dicen en mi tierra, mañana
será otro día. Espero que un poco más normal.
Mencey, 12/12/12