jueves, 13 de diciembre de 2012

Un 12/12/12 muy oscuro

Quizás este mi relato nº10 no resulte del agrado de muchos, al igual que el anterior. Al menos este no es tan caótico como ese. Escrito corriendo por encargo de Puchipu, probablemente no esté muy currado, pero imagino que a alguien le gustará (digo yo) o al menos pasará un buen rato leyéndolo. "Oscuridad" es su título: 


Abriendo o cerrando los ojos, sigo sin notar la diferencia. Todo lo que me rodea es del color del azabache más puro. El ritmo cardíaco es como un tambor tribal que turba todavía más mi cabeza. Sin ningún punto de referencia, como deambulando por el vientre de un agujero negro sideral, sigo adelante por el sendero que mis pies van marcando. Paso tras paso, todo es lo mismo. Cada segundo una fotocopia del anterior, haciendo que esta pesadilla vivida en blanco y negro con el blanco ausente se repita hasta la saciedad. Una onda sonora, más cercano a la voz de un instrumento de cuerda o viento que a la de un ser humano, parece llamarme. Es embriagadora esa tétrica melodía, me lleva de la mano entre esta sucesión de fotocopias arrancando el sentido común de mí mismo. Cual si de un canto de sirena se tratase y confiando en mi sentido del oído, que al igual que los otros cuatro se halla totalmente encandilado, mi viaje errante se acerca más y más a la fuente. Entonces algo pasa, siendo un dolor. Desplomado en el suelo tras haber perdido el equilibrio noto cuál ha sido la causa de tamaño estrépito: encandilado hasta el éxtasis por la música, mi pie izquiero ha chocado con su gemelo derecho y me han hecho besar el suelo del color de la noche, a juego con las paredes y el techo de este espacio. Acaricio el suelo en busca de algo que mi mente reconozca y entonces lo hallo: es la armónica que proporcionaba una banda sonora a este espacio. Misión cumplida.

martes, 11 de diciembre de 2012

Escucha mi encéfalo

A partir de ahora sólo espontáneamente traeré algún relato a este vlog. No puedo prometer regularidad, ya que mis estudios y mis otros proyectos absorben una parte importante de mi tiempo. Algo así refleja este mi noveno relato: 01000011 (C)


Ese coche debe tener algún problema en la suspensión. Más bien, a juzgar por la manera en la que hace temblar los muebles de la habitación, parece ser un camión. La vista no me alcanza a precisar mi hipótesis: el manto oscuro ya ha cubierto el cielo y las farolas son escasas en esta barriada. Tampoco es algo que turbe mi sueño, que me pregunto dónde se ha metido a estas horas. Ya me encuentro en horas de madrugada, la cama debería estar envolviéndome entre sus brazos de sábanas y mantas. Y sin embargo aquí me hallo, frente a una pantalla donde mis pensamientos se reflejan a golpe de tecla. A estas horas, cuando la sensación de somnolencia comienza a apoderarse de mi mente y mi encéfalo repasa todos los actos acontecidos durante el día, es cuando surgen las ideas más originales e inusitadas de mi ser. Día tras día poseído por el estrés del estudiante estándar, mis ritmos de sueño y alimento se alteran. No debe ser bueno para mi salud, cualquiera de mis compañeros estudiantes de medicina podrían asegurármelo sin siquiera la necesidad de terminar este tedioso curso que es primero.

Absorto en mis pensamientos y reflexiones, a cual más bizarra o profunda y sabia que la anterior, otro zumbido me devuelve al mundo real; tanto como mi cabeza semiadormecida lo permite. Un mensaje en código binario traducido por un aparato que porta en su cara delantera la palabra "Samsung" que ha vibrado de repente, chocándose a escala micrométrica con la madera del escritorio, ha aparecido en la pantalla iluminada de este cachivache. Se ve que he aparecido en los pensamientos de alguien de mi tierra natal. Porque actualmente se me puede considerar un alopátrida. No es que me desagrade el hecho de serlo, yo mismo deseé marchar de mi lugar de nacimiento en busca de nuevas experiencias conociendo las consecuencias de mi decisión. La adquisición de nuevos conocimientos, de nuevas experiencias, de un modus vivendi diferente al que conocía: las razones que me motivaron a acabar en este paraje alejado de mi sitio.

Y aquí me hallo. Una suave música de fondo me acompaña como banda sonora de esta vigilia. Si no me equivoco, Shoegazing es como se denomina el estilo musical del grupo que mi reproductor ha elegido como melodía de mis noches frías. Bridges to Dreams es el nombre de la banda en cuestión. Me resulta jocoso. Rememoro sobre este "papel" mis andanzas en busca de mis anhelos y cómo acabé en este extraño lugar. La ironía de la situación hace curvar ligeramente mis labios esbozando una sonrisa. Curiosos es la denominación mínima que se le podrían aplicar a estos temas musicales, aunque individuos más inmersos en el mundo de las sonoridades lo calificarían como experimental, o progresivo incluso.

El ambiente se refleja inevitablemente en los pensamientos y la conducta del individuo inmerso en él. Era de esperar que mi cabeza sea un remolino acelerado de ideas y pensamientos vagos, algunos de ellos sin sentido. A mi lado se encuentra una cama, desecha desde hace días. Los apuntes y libros parecen querer escapar de estas cuatro pareces, asomando sus esquinas por la mochila medio abierta al lado de la cama. El escritorio, centro neurálgico de gran parte de mis actividades diarias (al fin y al cabo, soy un estudiante con deberes como otro cualquiera), es otro caos hecho materia. Esparcidos se encuentran por él más y más hojas cargadas de información recopilada de las lecciones todavía por memorizar, apuntes realizados espontáneamente de temas varios sin ninguna interconexión y cantidad de objetos personales tales como una cartera, un coletero, un par de anillos o el mismo aparato que antes me mostró el mensaje de aquel de mi tierra que a estas horas se acordó de mi.

Este lugar podría resultar incluso onírico para algunas personas, pero para mí es completamente turbador: un reflejo de mi persona, o lo que es lo mismo, un caos. Desde el desorden de los objetos por la habitación, la fría cama mirándome con gesto desencajado hasta las psicodélicas armonías que mi reproductor de música sigue exhalando. Todo tiene un límite. Y mi cerebro acaba de alcanzar el suyo. Envuelto ya en mi pijama, lo único que me abraza todas las noches mientras duermo, me dispongo a entrar en modo hibernante por unas horas. Necesito un descanso y, como dicen en mi tierra, mañana será otro día. Espero que un poco más normal.

Mencey, 12/12/12

sábado, 6 de octubre de 2012

Nuevo material

Me esforzaría por hacer una presentación elocuente para este mi octavo relato, pero voy pillado de tiempo y dudo que esto sea leído por alguien así que me limitaré a enunciar escuetamente el título: Siempre llueve sobre mojado.


 Estoy congelado. La tela plástica embestida por el viento me soba la cara y eso no ayuda a calentarse. Incluso mi camiseta más interior está húmeda así que de mi chaqueta vaquera ni hablamos; es casi más pesada que la chupa de cuero que no me he traído hoy (una mala elección, ahora que lo pienso). Las varillas de aluminio presentan tal concavidad que no me explico cómo no se han quebrado aún. De sus puntas caen sin cesar tantas gotas que parecen chorros. Hasta el paraguas llora a cántaros (jeh, a cántaros, que ironía más curiosa). Me dan ganas de tirarlo en la primera papelera que encuentre, pero claro, entre el hecho de que no encuentro papeleras y el hecho de que la lluvia no parece que vaya a amainar y la vuelta a casa me espera igual de húmeda, desisto de la idea de desechar este inmundo armatroste ahora objetivo de mis maldiciones al que la gente llama paraguas.

De mi bolsillo salen un par de hilos de cobre engastados en plástico que transporta música a mis oídos como único remedio contra este tormento mañanero. A decir verdad, me preocupa que la nada despreciable cantidad de agua que en mis pantalones se halla pueda llegar a traspasarse a mi reproductor de música, pero como no puedo hacer otr cosa sino seguir avanzando y esperar llegar cuanto antes a mi destino, no le doy más vueltas a este pensamiento. Creo que en mis pantalones hay ya más agua que tela, cada vez más frío sobre mi cuerpo. Y ese frío tiempo ha que se extendió a mi cuerpo entero. Desde antes de salir de casa ya intuía que este día iba a ser tan malo como el anterior, pero no que sería incluso peor. Y lo peor está aún por llegar...

Y calles siguen pasando ante mis ojos (bueno, cuando alzo el paraguas y soy capaz de mirar más allá de su plástica piel), y aguas siguen corriendo desde los canalones como alma que lleva el diablo (la verdad es que esta infecta lluvia sí que podía irse al diablo, pero qué remedio). Mis botas de piel negras están ya empapadas; por muy gruesa que fuese su suela, poco a poco el agua las ha envuelto completamente, incluyendo los calcetines. Brillan, pero de una manera lóbrega. Era de esperar: viendo cómo está el día, ¿de qué otro modo iba a brillar? Hasta me dan ganas de irme a algún castillo en las montañas de los Cárpatos o los Balcanes a hacer un rato el gótico. No va en serio, es que el frío ya ha llegado a mi cabeza y me produce más divagaciones que de costumbre.

Por fin, se divisa al fondo el edificio al que me dirijo; un pequeño soplo de aire fresco (y dale con las ironías). Sin embargo, no ha terminado aún la pesadumbre. Todavía me pregunto por qué no harán las carreteras de asfalto plana: siempre hay algún hueco relleno de agua que un automóvil aleatorio hace saltar a su frenético (o más bien esquizofrénico) paso de un semáforo a otro. Y de esta forma, empapado, cabizbajo, lóbrego y totalmente desalentado me presento en esa clase llena de desconocidos. Es el remate que faltaba para acabar de quebrar mi ánimo.

No tiene pinta de que vaya a ser un buen día.

miércoles, 6 de junio de 2012

Otros territorios

En fin, tras tanto tiempo vuelvo a enseñar material fresco en este sitio (selectividad hace mucha mella en todos los que nos encontramos en mi situación). Esta vez, publico un poema que escribí para un concurso literario de mi instituto. Un segundo premio, no esta mal. Aquí lo dejo, disfruten. Su título es "Unos".


Ondea, llama de cocción.

Ya huele el caldo de cultivo;
burbujas ascienden y estallan.
Comensales llegan a la mesa.
Hoy, cena y espectáculo.
Afinad el oído, escuchadlos.
Gritos reventados, nulos.
No existe respuesta.
Auscultado de fondo,
un minúsculo brote.

Comilona suculenta con
total exquisitez. Señores,
hora de volver al puesto.
Ahogar es el oficio
y el trabajo dignifica.

Causa del conflicto;
germinación finalizada.
Allá los olvidados cargan
sacos y petates al hombro.
Muchacho, a las barricadas:
hay que probar el caviar.

El sonido de la perseverancia.
Hordes del caos y muerte
sin lamento, dejan atrás.
Enemigo de la divinidad.
Aguarda y sangra;
el infierno espera.
Revolución violenta
cosechada desde los
púrpuras profundos.

Agresión extrema. Un M-16
camina, busca y destruye.
Vaqueros paranoicos del abismo.
Llamada a las armas.
Corre a las colinas, soldado.
Guerreros del mundo,
todos la misma sangre.
Esos ojos muertos son
incapaces de ver futuro.

Calma después de tempestad.
Esclavo encoraginado,
rompe tus cadenas.
Epopeya libertaria
finalizada con honor,
sangre y recuerdo.
Séptimo hijo de aquel
séptimo padre, mira,
el mundo es tuyo;
corre libre.



martes, 4 de octubre de 2011

Nº7

Dicen que el 7 es el número de la perfección, así que espero no decepcionarles con mi historia corta nº7. Aquí se la dejo; su nombre es "Coja su número, por favor"

Suena en la lejanía el reloj del ayuntamiento. Su alto número de sonoras campanadas me hace recordar que debo ir a recoger el correo. Abro la tapa del buzón y los papeles caen al suelo. Un sobre de la compañía telefónica me indica que por culpa de un número bajo en mi cuenta bancaria mi voz no será oída en la distancia. La empresa del agua corriente me comunica algo similar. Al final, una carta del banco se empeña en decir que porque en un papel esté impreso un cero en color rojo, esta casa no es mi propiedad y debo irme de aquí. De nuevo, un número limita mi libertad.


Al haber perdido mi hogar, debo irme a la calle. Deambulando por las avenidas, todo lo que veo es más de lo mismo. Etiquetas multicolor rodean cada objeto que veo al otro lado del cristal. Neones anuncian lugares donde mujeres ofrecen sus cuerpos a cambio de papeles llamados "billetes". Automóviles con megáfonos en el techo venden las esperanzas de las promesas vacías de un hombre con traje y corbata que desea estar en un pedestral por encima de nosotros, colocando su número ordinal por encima del mío. Mi estómago ruge, pero como el número de la etiqueta de un alimento es mayor que la cifra grabada en un disco de metal de mi monedero, no puedo adquirirlo. Otra vez, un número vuelve a restringirme.

Harto ya de todas esas mundanas cifras, decido retirarme a vivir a la naturaleza, dónde finalmente encuentro paz. Ahora tengo mucho tiempo para observar el mundo, y me doy cuenta de algo. A mi derecha están mis compañeros animales; no usan números y aún así viven. Sus únicos límites son su propio cuerpo y los horizontes de su mente, respetan al resto y conservan su libertad sin vivir atados por cadenas hechas de dígitos. A mi izquierda se encuentra la ciudad de los humanos. Desde aquí, más que una población de personas, parece una computadora mirada por dentro. Todo lo que veo son luces parpadeantes, humos contaminantes y ruidos industriales. Da la sensación de que cada humano sea como un chip inanimado de esa gran placa base. Incluso me he enterado de que está ganando importancia un idioma compuesto únicamente de unos y ceros, usado en los robots. Los animales no usan números. A través de mis ojos, los humanos se ven mas cercanos a máquinas que a seres vivos.

martes, 30 de agosto de 2011

Mencey again

Perdón por la tardanza en publicar. Tras la primera aparición de Raúl Íñigo, vuelvo a la carga con otro relato: Breaking the wall

Continúo en este camino. La calle está desierta; los únicos aquí presentes somos mi sombra y yo. Me siento sólo y abandonado. No tengo a nadie con quien compartir mis alegrías, mis penas, mis sueños; mi vida. De repente oigo pasos. Se escuchan cada vez más cercanos. Esa manera grácil de caminar despierta mi curiosidad. Alzo la vista y fijo la mirada en la persona que se aproxima. Sin llegar a comprender cómo, consigue traer calidez a mi fría existencia. Una chica, se estaba acercando a mi. Su largo cabello resplandecía aún mas si cabe que sus brillantes ojos. Todo su rostro tenía un angelical aspecto, rodeado por un aura de inocencia. Incluso su cuerpo tenía un aspecto tan frágil que parecía que se fuese a romper en cualquier momento. Es la chica más hermosa que he visto jamás. Mi corazón se acelera, mi respiración se vuelve jadeante y pensamientos empiezan a rondar mi cabeza: "Ella es todo lo que siempre he ansiado"; "Quiero estar con ella para siempre"; "La amo".

Paso a paso, nos vamos acercando el uno al otro. Noto cómo se ha percatado de mi presencia; consigo mirarla a los ojos y ella me lanza una sonrisa. "Siente lo mismo que yo", pensé automáticamente. "Nos encontraremos y no nos separaremos jamás"; tal era mi deseo. Cuando por fin nos colocamos el uno a la altura del otro, algo hace que mis piernas no sean capaces de dejar de avanzar. Una fuerza me impide detenerme y conseguirla a ella; a todo aquello que deseo y quiero. Nuevas ideas pasan por mi mente: "Tengo miedo de no ser lo suficientemente bueno para ella", "No podría soportar perderla". No soy yo quien mueve mis piernas, alejándome de mis anhelos, sino la inseguridad que me inunda. Me supera. Duele, pero soy incapaz de sobreponerme a ella. Cuando me doy cuenta, la chica ha desaparecido. La he perdido y ya no la podré recuperar. Al voltearme para regocijarme más en mi sufrimiento, la veo en la distancia.

Aunque está lejos, me mira. Lágrimas brotan de sus ojos. De pronto empienza a correr hacia mí. Ésta será mi última oportunidad; si la dejo escapar ahora, no la volveré a ver. Viene hacia mi con y me rodea con los brazos. Intento abrazarla, pero noto una barrera a mi alrededor; es la pared que mi inseguridad ha creado. No puedo seguir permitiendo que mi cobardía me arrebate lo que quiero. Con todas mis fuerzas, consigo romper el muro entre nosotros dos. Finalmente consigo rodearla con mis brazos. Todo salió bien; me sobrepuse a mis miedos y conseguí aquello que amaba. Mientras estamos abrazados, le susurro al oído "Siempre estaremos juntos". Ella me responde "Has luchado mucho contra tí mismo por mí. Nunca te dejaré".

lunes, 22 de agosto de 2011

Comienzos 1

Por fin la tan esperada puesta en escena del primer colaborador de este blog. Aquí está la primera obra de Raul Íñigo. Disfrútenla.


En una solitaria clase y ajenos al resto del mundo entrenan mientras la lluvia cae. No son héroes ni villanos, no tienen poderes ni habilidades ''especiales'', son personas normales, dedicadas al camino de la mano vacía, dedicados a las artes marciales y su paz interior. No buscan ser los mas fuerte, ni los mas ágiles, pero lo son, quieren crecer, liberar tensión, abandonar sus miedos y pesadillas y cambiarlos por sueños y deseos. Y asi las horas discurren, y asi ellos van aprendiendo, no derepente sino poco a poco, progresando lo que saben hasta perfeccinarlo.
Al salir, se cambian, algunos se duchan, otros no, hacen planes para el fin de semana, bromean, hablan unos con otros, se vacilan y burlan, pero debajo de todo eso existe algo mas grande, algo que los une a todos en una secreta hermandad, que proteje todos con a fuerza de todos. En la calle ha parado de llover, y van saliendo, repasando mentalmente lo que han aprendido mientras siguen hablando riendo. Poco a poco los grupos se van rompiendo, pues viven en lugares diferentes, pero algo los une.